jueves, 3 de septiembre de 2015

Mi momento

Nos vamos de Santiago. ¡Por fin! Susana está emocionada de pensar que, después de dos años sin haber tenido verano, va a poder disfrutar de una semana de sol y playa. Pobrecita. Reconozco que escuchándola hablar tan emocionada me llega a conmover un poco el talón. Pero solo un poco. Bendita ignorancia. En fin...

Playetas es un mundo lleno de posibilidades para llevar a cabo mi venganza. La playa, el parque, cualquier noche entre una copa y otra... Mientras sopeso los diferentes escenarios escucho cómo Susana le dice a Bacha que cuente con ella para la paella. ¿Qué paella? Me irrita sobremanera que me interrumpan con planes improvisados. En cuanto vea a pierna Bacha, se lo pienso explicar. ¡Habrase visto! Inevitablemente, Susana que, al contrario que a mí, no le pueden gustar más los planes improvisados ha decidido asistir a la famosa "Bachapaella". Bachapaella... No puedo evitar sonreír. Reconozco que el nombre tiene su gracia. Aún así, pierna Bacha se va a enterar.

Cuando llegamos me encuentro con multitud de piernas que hacía mucho tiempo que no veía. Los primeros minutos todo son saludos, choques de peronés y risas. Susana decide meterme en la piscina, nos refrescamos juntas. Se la ve tan feliz. Relajo un poco el bíceps. Casi consigue que olvide mi objetivo de esta semana. Por suerte, después de comer, Nano nos propone jugar al pañuelo. Todas las piernas protestamos. Todas menos piernas Nano que están como dos niñas con zapatos nuevos. Las demás piernas nos resistimos a que nos sometan a semejante esfuerzo a esas alturas del día. ¡Y a estas edades! Ahora que estamos tan tranquilas, en la piscina, escuchando música mientras nos pican los mosquitos. Jugar al pañuelo... Correr, correr, correr, caer... ¡Caer! Se me ilumina la rótula y hago que Susana se levante de un salto. ¡Nosotras jugamos!

Mientras nos acercamos al terreno de juego veo que Fede saca el teléfono, pero ¿qué hace? ¿No irá a...? ¡Va a grabar! Bendita revolución tecnológica y bendita la neurona defectuosa que tienen los humanos de estas generaciones que prefieren verlo todo a través de una pantalla antes de hacerlo por sus propios ojos. No sólo voy a lesionarme por fin, si no que además ¡me van a grabar! El mundo no puede ser más maravilloso. Le hago una señal a pierna Fede que me devuelve el saludo "¿Qué pasó chamaquita güey?" No sé cuantas veces más tendré que explicarle que nunca he estado en México, que estuve en Colombia. COLOMBIA. Pero ahora no tengo tiempo para esto... Le pido encarecidamente que no deje de grabar porque va a pasar algo fantabuloso. Me mira raro. Debe ser por el palabro utilizado. Pero confío plenamente en que él también tenga la neurona.


Los equipos ya están hechos. Estudio seriamente a mis contrincantes... A la izquierda está Comín. Se está preparando, estira, parece estar en forma. Sin embargo, piernas Comín no parecen tan robustas. Además, acaba de ser padre. ¿Y si algo sale mal y al final le lesiono yo a él? No, Comín descartado. A la derecha veo a Luis. No parece tan en forma, sin embargo una incipiente curva en su parte abdominal me hace pensar que el golpe puede ser mayor. Sí, Luis puede ser un buen contrincante. Además, con Comín descartado y Fede chamaquito grabando, no tengo opción. Decidido. Luis.


¡Empieza el juego! Andrea es el pañuelo y empieza a decir números. No coincido con Luis. ¡Qué mala pata! Llevamos varias rondas y no hay manera. ¿Pero qué número tendrá? Esto no tiene sentido. Me estoy cansando... ¡Me rindo! Le digo a mi equipo que no juego más, que salga el número que salga, que corran ellos. Me siento tan frustrada... ¡Estoy hasta la rótula de este juego! Encima Luis adelantándose de la marca, intentando hacer trampa, ¡esto es el colmo! Ahora Andrea se pone a discutir con él. Me aburro. Parece que ya no discuten. Andrea vuelve a su sitio. Por alguna razón que desconozco ha cambiado el pañuelo por una pelota, por lo que Andrea ahora es la pelota y grita ¡TODOS! 


En ese momento, lo veo claro. El mundo se para. Mi nervio ciático externo me da un latigazo. El interno aplaude. Mi tibia se prepara. Mi peroné cierra los ojos (siempre ha sido más miedoso que tibia. Menos mal que puedo contar con ella...) Susana duda. No me da la señal para salir. Pero, ¿qué pasa? ¡Dios mío! Ha decidido que no jugaba más, ¡por todos los ligamentos! ¡Este era mi momento! Ahora parece que duda. Neurona envía una señal clara "Venga, todo sea por mi equipo" y empezamos a movernos. ¡Esta es mi chica!


Veo la pelota rebotar por el rabillo del pie, pero solo tengo dedos para Luis. Lo veo venir hacia Susana raudo y veloz. Y sin mirar. El golpe va a ser brutal. Pierna Fede sigue grabando. Susana no sé qué estará pensando, pero yo me dirijo hacia mi objetivo. La pelota ni la veo. Cada vez me aproximo más a Luis. Se está acercando. Sigue sin mirar. Qué maravilla. Estiro toda la tibia. Peroné sigue con los ojos cerrados. ¡Cobarde! Aquí llega. Es el momento. La incipiente curva de la parte abdominal de Luis le hace perder el equilibro justo encima de mí y, por fin, siento el golpe. No estoy segura con qué zona de Luis me he dado, pero sé que tibia se ha llevado la mejor parte. ¡Lo siento por Luis! ¡Pero esto es fantástico! 


30 años esperando. Y por fin ha llegado mi momento...