jueves, 21 de julio de 2011

Madrid con Eduardo Saverio

Madrid me ha dado mucho. Probablemente mucho más de lo que hubiera imaginado cuando vine. Hace poco leí en un tweet que hacer un máster a veces era más una excusa que una solución. Y me pareció que quien lo decía tenía mucha razón... Al fin y al cabo, yo vine a Madrid con la "excusa" de estudiar un máster. Sí, quería irme de Valencia. Sí, Madrid me parecía un buen destino. Y sí, quería estudiar algo relacionado con la publicidad. Pues eso, que yo vine a Madrid con la "excusa" de estudiar un máster. 


Y, de la misma forma que las cosas te pueden salir bien o te pueden salir no tan bien, a mi esta excusa, de momento, me está saliendo de maravilla. 


Madrid me ha dado lo que necesitaba en muchos aspectos. Me ha hecho sentirme como en casa (probablemente porque lo estoy...). Me ha hecho recordar las ganas que tenía de moverme. Me ha hecho enamorarme de la vida que desprende la ciudad en general y la gente que aquí vive en particular. Me ha hecho pasar momentos demasiado buenos y demasiado numerosos para describirlos en un post. Me ha hecho dar un pequeño (aunque no por ello menos importante!) giro a mi corta carrera profesional. Me ha hecho ser mucho más friki de lo que era (de hecho creo que antes de Madrid no lo era nada). Me ha hecho empezar este blog para poder contaros, entre otras cosas, todas las cosas que Madrid ha hecho por mi.


Pero Madrid me ha dado algo mucho, muchísimo más importante que todo lo citado anteriormente.


Esta semana vi una campaña de la nueva tónica de Kas que me encantó (y no solo porque sea una buena gin-toniquera, que también!). Pero, mejor que contaros de qué va, os dejo aquí el link para que la veáis y juzguéis vosotros mismos... Solamente os adelanto que la conclusión es que no importa qué estés haciendo, cuándo, ni dónde, sino con quién lo estés haciendo.
Hasta aquí nada nuevo, de la misma forma que nada más real. 


Madrid me ha dado muchas cosas, sí. Pero las más importantes tienen, sin lugar a dudas, nombres de personas. No es que los domingos por la noche acostumbre a llegar a conclusiones tan reveladoras... En realidad esto es algo que ya sabía pero, hoy, gracias a mi más que amigo Eduardo Saverio que ha tenido la genial idea de hacerme creer que se había vuelto a Ecuador sin despedirse (no le gustan nada las despedidas... ¿A quién sí?) me he dado cuenta de la realidad de todo esto. 


De repente Madrid no me parecía tan divertida, ni tan apetecible, ni tan bonita, ni tan nada. De repente, Madrid era triste, no me hacía sentir tan bien y hasta conseguía hacerme llorar (y hacía mucho tiempo que no lloraba por tener que despedirme de alguien...). 


Madrid, sin Eduardo Saverio, no va a ser la misma Madrid que a mí me ha dado tanto. Y eso sí es una realidad. 


Así que, gracias a todos los que hoy formáis parte de mi Madrid, esta Madrid que tanto me gusta y tanto me da porque sin vosotros no sería la misma y no la estaría disfrutando igual. Y sé que algunos de vosotros inevitablemente os iréis, nos despediremos y lloraremos... Pero hasta entonces nos quedan muchos minutos por delante para seguir haciendo lo que queramos, cuando queramos y donde queramos. Aprovechémoslos. Eso sí, juntos, que es lo que realmente va a hacer que esos minutos sean tan divertidos, tan apetecibles, tan bonitos, tan buenos y tan todo.




"Si yo se que tú eres, y tú sabes que yo soy, 
quién va a saber quien soy yo cuando tu no estés."

lunes, 11 de julio de 2011

Mirada desbaratada

Soy fruto de un "desbarato". Y eso está muy bien porque en estos momentos, hay una parte de mi persona que se considera total y (desde ayer) orgullosamente desbaratada.


Desde hace unos meses, concretamente desde que llegué a mis madriles, tengo la impresión de haber estado corriendo y corriendo y corriendo. Creo que no he parado ni un minuto. Tanto he corrido que casi olvido volver a escribir y eso no está tan bien porque me pasa que cuando dejo de escribir me pierdo. No sé si literal o mentalmente, pero me pierdo. Y cuando me pierdo, paro. Y cuando paro, me doy cuenta de lo perdida que he llegado a estar. Y entonces recuerdo "eso de escribir". Y entonces escribo. Escribo para volver a encontrarme. Y, en esas estamos, a ver si lo conseguimos. Sino, seguiré perdida un tiempo más que tampoco se está tan mal y más en estos tiempos que corren que es imposible perderse, pero ese ya es otro post...


Desde hace unos meses me pasé al lado de los iPhoneros en el cual reconozco sentirme feliz como una perdiz, como pez en el agua (y cualquier expresión que se os ocurra, pero que venga definida por un animal, por eso de no perder el hilo...) y del que espero no salir en mucho tiempo. Después de haber criticado en uno de mis más elogiados posts eso de la mala educación 2.0, estoy segura de que en más de una ocasión yo misma he provocado alguna situación de esas que me tenían frita. Desde aquí entono el "mea culpa" si alguien se ha sentido ofendido por ello, ya que el hecho de que yo misma haya sucumbido no quita que me siga pareciendo igual de mal y que me siga teniendo igual de frita. 


Una de las consecuencas de mi nueva adquisición es que estoy convencida de que ahora paso muchísimas más horas mirando el móvil que cuando tenía mi samsung táctil (eso sí) pero sin ningún tipo de conexión a intelné. Y es lógico. Es normal. Con el iPhone ahora puedo ver todo lo que quiero, cuando quiero y las veces que quiero. Y eso está muy bien. Y por eso lo miro tanto, pero ¿es eso realmente importante?


A Nacho le gustó de Sonsoles su mirada, su inocencia y el desbarato de persona que estaba hecha. Sonsoles estudió algo que ni fú ni fá, trabajaba en algo que no le gustaba y además (o precisamente por ello) no se le daba demasiado bien. Se la "pimplaba" (palabras textuales de Nacho) todo (para los de la logse, pimplaba: le daba igual) y además cuando se lo decías, se reía. Se reía de la misma forma que se ríe ahora cuando se lo recuerdas y Nacho la mira con la misma cara que entiendo la debía mirar entonces, de curiosidad, diversión e incredulidad. A Sonsoles se la "pimplaba" todo hasta que conoció a Nacho y Nacho muy astutamente pensó que si había conseguido despertar el más mínimo interés en aquella chica a la que todo se la "pimplaba", algo especial debía tener él y la desbaratada historia que podían vivir juntos debía merecer la pena. Tanto la mereció que, como decía al principio del post, fruto de este desbarato nací yo y posteriormente ni más ni menos que tres desbaratos más.


Yo siempre me he considerado un desbarato de persona en muchos aspectos, aunque desde ayer duermo más tranquila sabiendo que esto tiene un origen, una razón de ser y que te podrá gustar más o menos, pero al final somos de donde venimos y eso es algo que no podemos elegir. ¡Ojo! Que yo estoy encantada con mi desbarato personal. Probablemente lo estoy porque a mis 26 estoy viviendo una etapa de desbarato que en ocasiones me generaba cierto desasosiego, pero que ahora solo me genera mucha tranquilidad.


Lo que me preocupa es, que si Sonsoles hubiera tenido un iPhone por aquel entonces, se habría pasado mucho tiempo mirándolo (igual que a día de hoy mira su iPad) y todo ese tiempo no lo habría podido invertir en mirar a Nacho como lo hacía. 
Igual que a día de hoy probablemente no se miren tanto por lo mismo (Sonsoles tiene un iPad y Nacho idem más un iPhone para más inri) y no sé hasta que punto invertimos demasiado tiempo en mirar cosas que no sé si tienen demasiada importancia.


Al hilo de todo esto, recordé que yo misma casi me había olvidado de mirar. Como decía, tengo la impresión de llevar muchos meses corriendo y de no haber tenido tiempo de parar ni un minuto, y por el camino (y a falta de descansos...) creo haber olvidado muchas cosas como ésta de escribir y ésa de mirar...


Y ayer recordé que la última vez que miré a alguien de verdad, ese alguien compartió 3 años de su vida conmigo. Y eso sí es importante. Y eso está muy bien. 


Así que, de vez en cuando, tomémonos un minuto (o dos), paremos, miremos y empecemos a escribir desbaratos de historias. O historias desbaratadas. O como lo queráis llamar. Llamarlo a vuestra manera. Pero empecemos, que por algo hay que empezar...


"Se pueden elegir las palabras, pero no la forma de mirar"
Anónimo