domingo, 30 de agosto de 2015

Me presento

Mido 74 centímetros, soy delgada, de piel clara, tengo una cicatriz y me apoyo en un fino (pero no por ello menos resistente) tobillo. Soy la pierna izquierda de Susana. Ella nunca me ha presentado porque consideraba que no tenía nada especialmente interesante que contaros sobre mí. A excepción de una cicatriz que se encuentra entre rodilla y tobillo por la que se siente culpable (ya que en su momento no se esforzó en curarla bien) y que me hizo ser menos atractiva que pierna derecha. Pero, al mismo tiempo, me ha permitido desarrollar una personalidad bastante más arrolladora. Y si no, conocedme y al tiempo... 

Pero bueno, a lo que iba... Por fin, he conseguido lo que llevaba 30 años esperando, mis 6 (ojalá 8) semanas de gloria. De 6 a 8 semanas de protagonismo ABSOLUTO (igual de absoluto que el reposo de Susana). 6 a 8 semanas en las que todo el mundo pregunta por mí, por cómo estoy, por si duelo, por si estoy inflamada, por si pico, por todo. Multitud de llamadas, mensajes y visitas para preocuparse por mí y para verme. Estoy absolutamente emocionada, pasmada, saciada de tantas muestras de cariño recibido. De toda tibia, gracias. 

Cuando Susana decidió que una de sus dos semanas de vacaciones nos iba a llevar al camino de Santiago, lo vi claro. Se me iluminaron los ligamentos, se me tensó el cuádriceps y se me subió el gemelo. Sentí muchísima felicidad. Susana que (como ella misma ha contado en alguna ocasión) no destaca precisamente por sus dotes atléticas, decidió irse a andar la friolera de 110 km en 4 etapas. ¡Ja! Ella no lo escuchó, pero yo todavía tengo agujetas del ataque de risa que me entró. Pero ya sabéis, Susana es una optimista de la vida y esas cosas no cambian...

Como decía, yo lo vi claro, fácil, rápido, para todos los gustos. Una lesión era algo chupado y que, además, no iba a sorprender a nadie. Ni siquiera a Susana. Que me culparan a mí era del todo imposible. Tenía mil ideas preparadas. Un flojear bajando de la litera, un tropiezo en plena subida, un susto en las escaleras, un negarme a continuar después de parar a comer pulpo en Melide... Pero Susana al darse cuenta de que el camino dolía (sí, dolía. Pero ese ya es otro post que ella os escribirá personalmente. Hoy es mi turno) empezó a hacer propósitos. PROPÓSITOS. Susana. Lo sé. Yo tampoco daba crédito. Empezó a hacer buenos propósitos que, sin duda, la protegieron durante todo el camino. Y, a pesar de los tres ibuprofenos y el par de compeed ampollas que necesitó para llegar a Santiago fue imposible lesionarme. La tía llegó ilesa. El ser humano es maravilloso. Nunca deja de sorprenderme.

En mi defensa tengo que decir que lo intenté por todos los medios. Me quejaba, le daba pinchazos, calambres, hacía que se quedara atrás y llegara la última... Intenté que desistiera. Pero no hubo manera. Llegó a Santiago. Y no contenta con eso, cuando llega va y se confiesa. SE CONFIESA. Llevaba tantos años sin hacerlo que estoy segura de que no sabía ni por dónde empezar. Eso sí, me consta que se confesó a base de bien porque estuve sujetando su peso a través de rodilla durante un buen rato. Es más, cuando ya le estaban dando la absolución y yo rezando para que se levantara y me dejara descansar, volvió a hablar porque parece ser que se le había olvidado un pecado. Sí, se le había olvidado. Un pecado. Increíble. Después de eso se traga toda la misa del peregrino y, por si no habíamos tenido suficiente, va y comulga. COMULGA. Hacía tantos años que no me veía delante de un altar que tambaleé un poco. Demasiadas emociones fuertes en un mismo día. 

Y allí mismo, mientras ella ponía a manos una sobre la otra y boca se veía forzada a decir "amén", me juré que la venganza sería terrible...

2 comentarios:

  1. Bien piernecita..Susana te mima...file q coja la guitarra y te cante..eso te animara...!! Bss

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